Como al final de los cuentos de hadas, cuando pese a todos los esfuerzos de la bruja el encanto (spell) se revierte, la pelea del domingo no será principalmente sobre política edil, sino sobre el poder de la palabra.

Sobre el origen del hechizo ya no recuerdo, seguro fue antes del ochenta, porque en el 83 yo jugaba a las elecciones fabricando mis propias cédulas. Dibujaba el símbolo de Acción Popular, el del PPC, hasta el del APRA, pero sobre la IU tuve serias dudas, y aunque mi madre explicó que también era un partido, desde algún lugar perdido de mi memoria yo pensaba en ellos como esos señores que asolaban el interior. Y sin más, así creció mi generación, sabiendo de forma llana y segura quiénes eran los malos y quiénes los buenos.

Por eso me parece que aunque con mucho tino diversos análisis han señalado cómo hasta los más modocitos  desataron esta semana una campaña contra Fuerza Social, lo más importante está en otro lado. Lo más significativo de la semana no ha sido la desesperación de la derecha, sino la aparición de la Izquierda. Y es curioso, iba llegando con cierta inseguridad (izquierda moderada, centro izquierda, izquierda liberal, etc.), pero en los últimos días la palabra no parece más necesitar adjetivos.

¿Por qué la polarización? ¿Por qué no aceptar la presencia de la izquierda? Probablemente sin brujas con quién asustar a los villanos, los inquisidores verán revelada su verdad, que ellos no son una derecha (ni siquiera una con adjetivos), sino un club de amigos para hacer negocios. Cuando el monstruo haya desaparecido ¿cómo ocultar esta verdad?

Más que una lucha por la alcaldía, Lourdes Flores y sus amigos -que parecen intuir a los postestructuralistas- entiende las elecciones de mañana como una lucha por el sentido, por el poder de la palabra, por la capacidad de nombrar y de poner hechizos. Por ello en lo que viene no sabremos si a Caperucita se la comen los lobos o a Blancanieves los lobbies, sino si los limeños somos el príncipe azul que necesita una roja bella durmiente.