Como acabo de recordar leyendo “Cuentos feos de la Reforma Agraria” de E. Mayer, la derecha neoliberal, achorada y bruta, la más conservadora de América, hegemónica en Perú, se ha encargado de desaparecer al General Juan Velasco Alvarado del espacio público, pero no ha podido desaparecerlo de nuestra memoria. Cuando hace menos de diez años caminaba a pedido del INC por el Qhapac Ñan central de Huancavelica, los campesinos se encargaban siempre de recordarme que a Velasco le dedicaban sus oraciones. Eran mujeres y hombres jóvenes que seguramente aún eran niñas y niños cuando la Reforma Agraria empezó, y sin embargo introdujeron y mantenían en las fiestas escolares recreaciones de la recuperación de sus tierras; la comunidad, los más pobres, no olvidaban.

Ese es el verdadero subdesarrollo, la desigualdad que subyace en los actuales conflictos sociales y así en la imposibilidad de imaginar y construir un Perú de todos, desigualdad también en las memorias. Los bárbaros nos gobiernan y piensan que embarrándonos de vulgar entretenimiento y con educación de tercera borran la rebeldía, pero no, el corazón de la gente no puede borrarse, los amores y las pasiones no pueden borrarse. Aunque sus apuestas no hayan sido las mismas, hoy, viendo las fotos de la multitud que espera fuera de la Casona de San Marcos para darle el último adiós a Javier Diez Canseco, lo he recordado, setenta mil personas asistieron al funeral de Juan Velasco Alvarado, luego nuestra derecha lo borró de los libros y de las calles, y lo sacaron de nuestras bocas, pero las pasiones del pueblo no se borran tan fácilmente.

Al querido Javier aún su familia lo está llorando y los buitres ya imaginan cómo desparecerlo de nuestra mente. Pero estimado Javier, ten por seguro que de nuestro corazón nadie podrá borrarte, porque como dice mi amiga Cristina Molina, tú lograste hacer de tu dignidad la dignidad del pueblo.

Qué imposible es decirle adiós a un imprescindible como tú.